domingo, 15 de noviembre de 2015

Antes todo era más fácil

Que fácil era todo a veces. Que fácil fingir que no sabía ya todo de ti. Que fácil cuando tu americana era siete tallas grande y me tapaba el pantalón, y que fácil aflojarte la corbata. Que fácil deambular atada a tu cintura. Que fácil los diez segundos de foto al despertarte, y que fácil mi pelo mojado. Que fácil reirme en tus manos. Que fácil "idolatrarte es poco", que fácil releerte, que fácil las fotos de carnet. Que fácil verte dormir, y dormirme a tu lado. Que fáciles las sagas de películas. Que fácil que me quisieras por los dos, que fácil no maquillarme, que fácil la barca y la cerveza de princesa. Que fácil que la palabra "fácil" ya este vacia de repetirla y, aun así, que fácil decir otras doscientas cosas fáciles contigo. Que fácil las heridas del labio, que fácil asfixiarme en tu pecho, que fácil tu aguante, que fácil dártelo todo. Que difícil borrarte, dejarte ir, seguir. Que difícil la rutina si no es nuestra. Que difícil ser yo sin tus abrazos. Que difícil asumir que estoy mejor así, con lo fácil que es recordar lo fácil; con lo fácil que es quererte.

jueves, 9 de julio de 2015

Que difícil escribir sin que veas lo calcinada que estoy.

Ya no sé que es mejor.
Porque sé que verte mal me pone peor, si a ti te pasa lo mismo, quizá lo mejor sea pretender que todo va bien. Puede ser que verme feliz te alivie al menos. A mi me pasaría.
Porque nunca he sido amiga de las mentiras, quizá sea mejor abrirme en canal todas las noches para que veas lo magullada que estoy por dentro. Puede ser que no eres única víctima te ayude a ver las cosas con más perspectiva.
Ya no sé cual es la mejor forma de salvarte y me dejo la piel en intentarlo, en no arrojarte los jirones en los que he quedado, en ahorrarte mi carga, como siempre he deseado. Y con la mente en ese propósito me trago cinco de cada tres cosas que digo cuando sé que pueden llegar a tus oídos. He abandonado los blogs porque solo puedo escribir sobre ti, y te quiero demasiado como para publicar mis insomnios (que llevan tu nombre) y el alcohol de lavar mis heridas en cualquier lugar donde pudieras leerlo, no vaya a ser que reabrieran las tuyas. Demasiado como para hacerte volver, demasiado como para hundirte conmigo.
Últimamente cada día que me despierto mi almohada apesta a ti, a tu falta, pero ya era hora de que te salvara de una guerra que no te merecías, aunque implique pasar el invierno sin ti.


(Parece ser que es ahora el dolor mi musa, porque, decantándome por la primera opción, que difícil escribir intentando no hacerte daño, pequeño.)

martes, 19 de mayo de 2015

Que cuando te digo ñoñadas, te las digo de verdad.

365 días, que se dice rápido.
365 días. Que se dice pronto.
Un año.
Y sin embargo, celebrar esta fecha me resulta un tanto absurdo. ¿Un año de qué?
¿Por qué celebrar un año hoy, y no celebrar el concierto de Celtas Cortos en el que te vi por primera vez?¿No se merece el día que decidí que en algún momento estaría contigo, aunque parece que fuese ayer, una celebración?
¿Y el primer día que me acerqué a ti, y como una jarro de agua fría me hablaste de aquella novia (además de no comprarme papeletas..)?¿No vamos a celebrar que al final nuestro destino estuvo por encima de todo eso?
¿No tenemos también que recordar el concierto del Reno, dónde jamás habría dicho que tú te acordaras de mi y, sin embargo, así fue? Todas las oportunidades perdidas hasta el 30 de Abril, todas las fotos robadas y los encuentros "casuales", ¿no tenemos que festejarlos también?
Tengo algo que celebrar contigo cada día. No empiezo a contar desde el 19 de Mayo del año pasado, no; lo nuestro viene de antes. Creció con raíces. Una historia digna de Hollywood (para que luego digan que acosar a alguien es malo..). Una atracción platónica transformada en realidad.
Y no me voy a poner cursi porque lo veo innecesario, así que solo te recordare que yo más. Que algo has tenido que hacer bien para cazarme a mi, una escapista de relaciones, durante un año. Que por todos los cambios que podamos pasar en el tiempo venidero, quiero pensar que seguirás recordando lo feliz que me haces.
Tuviste que tener la mala suerte de fijarte en mi, cuando sabes que no soy de la clase de chicas de las que te enamoras. No soy de las de regalar los "te quiero" ni los "te echo de menos". No soy de las que buscan pasar cada segundo de su vida contigo. No soy de las que dicen sí a todo. Soy de las que debaten, de las que salen, de las que opinan, de las que no tienen tacto. De las difíciles de aguantar, de entender y de querer, de las que a veces no quieren ver a nadie, de las que requieren esfuerzo. Y tú lo has puesto. Quiero pensar que porque también sabes que te adoro, que te quiero como a nadie. Que me esfuerzo, aunque no te des cuenta. Que cuanto te digo esas típicas ñoñadas de pareja, te las digo porque las siento de verdad. Y que espero tener tiempo indefinido contigo, y exprimirlo al máximo. Tus buenos días, tus sonrisas (especialmente las que esbozas justo después de besarnos), tu cuerpo de estufa, los latidos descompasados y demasiados rápidos en mi oreja, tus abrazos agobiantes que me recomponen, tu paciencia pese a no entender muchas veces de lo que te hablo. Los miles de motivos que tengo para darte eternamente las gracias.
Felices 365 días. Feliz 19 de Mayo, por poner alguna fecha. Aunque para feliz, yo desde que te conozco, cachorro.

domingo, 12 de abril de 2015

Envuelta en los pétalos marchitos y apestando a tu basura.

Te digo que te has perdido, cuando en realidad me he perdido yo. Entre página y página se han escurrido los últimos pétalos que quedaban de la rosa, marchita, que nos miraba desde el florero.
Solías reírte y decir que por qué tenía un flor mustia en la habitación, que la tirara. Y yo que la veía tan débil, y en su día tan hermosa, no podía. Supongo que porque nunca sentí algo tan mio. Cuando tú te reías y decías que era fea, que ya era inútil, que "una vez deja de ser bonita tenerla ahí pierde el sentido"; cuando tú solo veías lo que tenías delante y no las tardes que se marchitó por nuestra culpa, entonces te juro que yo me estremecía a cada fonema, se me clavaran como témpanos de hielo en la dermis. Te vi, arrojando a la basura la flor marchita de tu vida, con la claridad de quien se arrodilla ante el cepo y oye como se acercan a bajar la cuchilla. Pero esperé. Escondí la rosa, esperando eliminar así nuestras similitudes. Aún a días la miraba, más real que un espejo, deseando poder curarla, poder salvarla, poderla hacerla tan bonita como yo la veía; y pensaba si alguien pensaría eso de mi. Digo que te he perdido, cuando en realidad me he perdido a mi misma.
Me he perdido y me he encontrado, envuelta en los pétalos marchitos y apestado a tu basura, arrastrada como un perro para evitar que me vieras, porque "una vez deja de ser bonita tenerla ahí pierde el sentido". Y yo era más bonita que nunca, pero quizá no para ti.
Yo me había encontrado entre raspas de pescados de otros gatos y restos de latas de otras rosas. Yo me había encontrado pero tenía miedo de que tu me encontraras y echases de menos mi manto de hierba, mi andar de barro, la adoración de mis exclusivos ojos fijos. Miedo de que no vieses en mi lo que yo veía en aquella rosa marchita: que era lo que era antes y que en realidad no había cambiado, pese a mis pasos de nácar y mi mirada vagabunda. Que seguíamos siendo la visión favorita de mis flores escondidas, aunque cambiara la película. Que a más se me ensanchaba el corazón de vertederos y adosados, más feliz volvía a tus brazos y más fuerza tenía para amarte. Te digo que te has perdido, que me he perdido, cuando en realidad no tengo valor de salir a buscarte.

domingo, 22 de marzo de 2015

No se puede extirpar el ventrículo derecho.

Hace poco conseguí desalojar a la tristeza como compañera de piso, pasando de tener tristeza a quedarme solo estando triste, como sensación puntual y no como acompañante en el camino. Pero parece que no es tan facil echar a los inquilinos cuando estos se graban en tu cabeza y en cada recuerdo que formaste con ellos cerca, y ahora veo que ella no se ha ido.
La tristeza se ha mudado a mi ventrículo derecho, asegurandose así alojamiento mientras viva. Y ya no me acompaña a cada paso, es cierto. Y a veces hasta olvido que sigue habitándome, borrada por la felicidad, por la ilusión o por la simple indiferencia. Porque ella no tiene prisa por salir. Es paciente, es tranquila, es imparable y lo sabe.
Sabe que su momento llegará. Y llega.
Como una tromba de agua sale de su escondite, dejando al corazón que la guarda congelado por el shock, y a todo el organismo bloqueado por la sorpresa. Me llena, cada recoveco y cada poro, abriéndose paso entre todas las barreras de barro, con el poder de quien se sabe legítima dueña de mi cuerpo. Revolotea, como un hada traviesa a mi alrededor; como una bruma que se expande bloqueando mi visión más allá de ella, contagiando todo lo que me rodea de los matices que tanto la gustan; como una serpiente asfixia mis fuerzas en la lucha por alejarla. Se acomoda en mi cerebro y juega: juega a cambiar mis palabras por las peor elegidas, juega a interpretar erroneamente la vida, a sacar a flor de piel lo peor que encuentra en el cajón blindado de los recuerdos suicidas. Juega a arruinarme los días, a hacer carreras de lágrimas por mis enrojecidas mejillas, juega a odiarme en el espejo.
Al final, cuando tras arrojarme al vacio se cansa, vuelve a su ventrículo, donde espera a la próxima excursión mientras disfruta de verme intentar salvarme, recostruirme, deleitandose en mis esfuerzos vanos, en saber que podrá volver a destrozarlo todo en cuanto quiera.

jueves, 22 de enero de 2015

Y que ni se te ocurra adelgazar un gramo.

Hola, quien quiera que esté leyendo esto. Sé que probablemente no buscabas algo como lo que vas a leer metiéndote aquí, ya que lo que va a continuación no es una de mis entradas habituales. Es una opinión, mía, propia, personal, y tan rebatible como la de cualquier otro. Espero expresarme bien, aunque es una opinión ligeramente complicada y estaré encantada de aclarar cualquier cosa en mi ask http://ask.fm/IsaGomez1D o twitter.

Escribo esto después de leer el veinteavo post sobre como tengo que querer mi cuerpo. Todas tenemos que hacerlo. Y tras ver la foto número quinientos de una chica gorda aleatoria de Tumblr en el Instagram de otra, con un cuerpo relativamente perfecto, diciendo como nos tenemos que aceptar. Y yo vengo aquí a decir que no.

Que no, que estoy hasta las narices de que me digáis que tengo que quererme como soy. Que si nací baja, alta, gorda o delgada, con más o menos tetas o con una mano en mitad de la frente, que me acepte igual. Que me conforme. Por sí, habláis de conformarse. De que no pasa nada por pesar 200 kilos y no poder moverse del sofá, que tienes que quedarte como estás. Si, obesa mórbida, no se te ocurra perder un kilo porque eh, lo estas haciendo para acercarte al canon de belleza imposible de esta sociedad machista que nos oprime y solo quiere que seamos máquinas que se reproducen y cuidan a sus maridos. Esas ganas que tienes de ponerte el bikini y verte guapa son solo ideas que te han metido en la cabeza. No son pensamientos tuyos, no es que tu quieras verte bien para ti, es todo para el hombre.

Si, queridas..¿defensoras de los derechos de la mujer?¿o más bien dictadoras de ellos? No sé como llamaros, quizá simplemente personas que tienen tanto derecho a tener una opinión como cualquiera, pero ciertamente no "feministas" como os etiquetáis algunas, porque el feminismo no tiene nada que ver con lo que vosotras revindicáis. Si, queridas personas: vosotras, con vuestra dictadura del amor propio, habéis llegado a ese punto de conseguir que me sienta culpable cuando hago abdominales. Culpable cuando voy al gimnasio. Culpable cuando elijo comer fruta en vez de chocolate. Culpable cada vez que hago algo porque quiero verme más guapa. Me hacéis sentir que traiciono a todas las mujeres del mundo, y estoy harta. Porque no estar orgullosa de mi cuerpo no quiere decir no estar orgullosa de quien soy; tanto que decís de la poca importancia del físico y no os habéis dado aun cuenta de esto. No me gusta mi cuerpo, considero que hay cosas que se pueden mejorar y quiero hacerlo. Quiero mirarme al espejo y sonreír, por mi. Siguiendo mi gusto personal. Para sentirme bien yo.

Por eso, quiero mandar mi grito. Mi mensaje. El mio. Quered vuestro cuerpo. O odiarlo. O caeros bien y mal a días. Mientras os mantengáis en el límite de lo sano, comed muesli y lechuga cual conejo o gominolas y palmeras de chocolate como un niño de cumpleaños. Quemaros en el gimnasio, hasta la extenuación, hasta el IMC 19, hasta que os veáis guapas. Hasta que os gustéis. Si os gusta como estáis, pues quedaros en casa. Si os veis delgadas pues comed y quedaros en el sofá, o lo que sea que se haga para engordar. Haced lo que os de la gana, por vosotras. Y si queréis ser distintas, pues cambiaros, y no dejéis que nadie os diga que no debéis. Operaros las tetas, para poneros más o menos, haced dieta, para adelgazar o engordar (si chicas, no a todo el mundo le gusta estar delgado y menos con la forma en la que se las trata en vuestro nueva tiranía de la aceptación forzada del físico, donde parecen las culpables de que otras no estén felices con su cuerpo). Teñiros, usad tacones o deportivas, maquillaros si queréis, depilaros o sed George de la jungla. Pero hagáis lo que hagáis, hacedlo por vosotras. Por gustaros, por veros bien en el espejo.
Que nadie, ni hombres ni mujeres, os digan como tenéis que ser ni como tenéis que sentiros con vosotras mismas.

Y sobre todo recordad, que tu físico es solo una envoltura. Que tampoco es tan importante. Solo importa que tú seas feliz con él, y a los demás que les zurzan.

viernes, 3 de octubre de 2014

Hasta hablar sola pierde su gracia porque él la gane.

¿Nunca habéis tenido a alguien con quien os gustase hablar? De lo que sea, da igual. Quieres saberlo todo, hasta la más mínima estupidez es interesante. Repetir las conversaciones mil veces, comentar lo que has comido o lo que va a hacer esa tarde. Y hablar mientras lo hace. Y que te lo cuente después, por la noche, y tengas las mismas ganas de oírlo que la primera vez.
Es una sensación de bienestar, de seguridad, te calma todas las tormentas que tengas dentro. A eso me refiero, a que hablar con esa persona sea el mejor momento de tu día, que tener que estar dos horas sin poder hacerlo te de escalofríos. Literales. Porque le quieres contar todo, hasta las estupideces que sabes que no le importan, solo por hablar con él.
Algún día con suerte encontrareis a esa persona con la que queréis conversar cada hora de todos los días y, con mucha suerte, conseguiréis que ella también os quiera contar hasta que se ha quedado sin sal.
Y creerme que llegado el momento os encantará que os lo cuente.