viernes, 3 de octubre de 2014

Hasta hablar sola pierde su gracia porque él la gane.

¿Nunca habéis tenido a alguien con quien os gustase hablar? De lo que sea, da igual. Quieres saberlo todo, hasta la más mínima estupidez es interesante. Repetir las conversaciones mil veces, comentar lo que has comido o lo que va a hacer esa tarde. Y hablar mientras lo hace. Y que te lo cuente después, por la noche, y tengas las mismas ganas de oírlo que la primera vez.
Es una sensación de bienestar, de seguridad, te calma todas las tormentas que tengas dentro. A eso me refiero, a que hablar con esa persona sea el mejor momento de tu día, que tener que estar dos horas sin poder hacerlo te de escalofríos. Literales. Porque le quieres contar todo, hasta las estupideces que sabes que no le importan, solo por hablar con él.
Algún día con suerte encontrareis a esa persona con la que queréis conversar cada hora de todos los días y, con mucha suerte, conseguiréis que ella también os quiera contar hasta que se ha quedado sin sal.
Y creerme que llegado el momento os encantará que os lo cuente.

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