Hace poco conseguí desalojar a la tristeza como compañera de piso, pasando de tener tristeza a quedarme solo estando triste, como sensación puntual y no como acompañante en el camino. Pero parece que no es tan facil echar a los inquilinos cuando estos se graban en tu cabeza y en cada recuerdo que formaste con ellos cerca, y ahora veo que ella no se ha ido.
La tristeza se ha mudado a mi ventrículo derecho, asegurandose así alojamiento mientras viva. Y ya no me acompaña a cada paso, es cierto. Y a veces hasta olvido que sigue habitándome, borrada por la felicidad, por la ilusión o por la simple indiferencia. Porque ella no tiene prisa por salir. Es paciente, es tranquila, es imparable y lo sabe.
Sabe que su momento llegará. Y llega.
Como una tromba de agua sale de su escondite, dejando al corazón que la guarda congelado por el shock, y a todo el organismo bloqueado por la sorpresa. Me llena, cada recoveco y cada poro, abriéndose paso entre todas las barreras de barro, con el poder de quien se sabe legítima dueña de mi cuerpo. Revolotea, como un hada traviesa a mi alrededor; como una bruma que se expande bloqueando mi visión más allá de ella, contagiando todo lo que me rodea de los matices que tanto la gustan; como una serpiente asfixia mis fuerzas en la lucha por alejarla. Se acomoda en mi cerebro y juega: juega a cambiar mis palabras por las peor elegidas, juega a interpretar erroneamente la vida, a sacar a flor de piel lo peor que encuentra en el cajón blindado de los recuerdos suicidas. Juega a arruinarme los días, a hacer carreras de lágrimas por mis enrojecidas mejillas, juega a odiarme en el espejo.
Al final, cuando tras arrojarme al vacio se cansa, vuelve a su ventrículo, donde espera a la próxima excursión mientras disfruta de verme intentar salvarme, recostruirme, deleitandose en mis esfuerzos vanos, en saber que podrá volver a destrozarlo todo en cuanto quiera.
No debes sucumbir a la tristeza pero jamas intente extirpar una emoción sea cual sea, tristeza, amor, odio, felicidad, son emociones que nos hacen humanos y que no podemos borrar, aunque no nos guste o aunque no lo queramos. La mayor lección de madurez de esta vida no es aprender a controlar las emociones, si no a aceptarlas, a saber que son inevitables pero sobre todo a saber afrontarlas, no dejar que ninguna emoción te tiranice ya que ninguna emoción es eterna. Es triste por las emociones "buenas" pero seria demasiado cruel no poder olvidar, no poder cambiar. La clave es nunca dejar que las emociones te arrastren, la vida demuestra que la estupidez del "carpe diem" no son mas que palabras bonitas, ya que si te entregas por completo a la alegría, luego cuando esta se acabe solo te quedara la tristeza, si te centras solo en el amor, luego solo te quedara odio, porque todas ellas son finitas. Afronta, valora, aprende y sobre todo controla las emociones. Experimenta todas pero no dejes que ninguna gobierne tu vida
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