sábado, 19 de mayo de 2012
El deseo inconfesable de una mentira tras otra.
Cuando él era el culpable de el sabor de todos los besos y creías que lo que te sobraba era tiempo, tiempo para asumir el dolor que conlleva el después. En el fondo, sabías cómo iba acabar, sabías qué iba a pasar. Aún así, escogiste mal. Él fue tu elección. Ahora comprendes que solo fue un cúmulo de decisiones mal tomadas. Una detrás de otra. Como la quemazón que sientes entre pecho y espalda la primera vez que bebes tequila. El dejavù de saber como termina la historia, seguido por el deseo inconfesable de oír una mentira tras otra. Tener sed y que no quede agua. Promesas sin cumplir. Miedo de querer. Un cielo anunciando lluvia. Esperar un mensaje que no llega. Jugar a hacerse daño. Querer tenerte cerca y que no estés. Dolor en vena. Irte a dormir y no tener con quién soñar. Despertar y no tener en quién pensar, darte cuenta de que nadie te espera en ningún lugar. Recordar, cuando la piel no aguantaba más.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario