sábado, 19 de mayo de 2012
Fue mi única decisión egoísta, también la mejor.
Yo sí me largué, me largué a tiempo. Me fui, antes de que me echases por la puerta de atrás. Si algo gané, fue irme por la puerta grande, dando un enorme portazo. Un portazo de esos que dejan tras de si una verdad inamovible:"Me voy porque no me vas a echar". Ojalá pudiese decir que me fui ilesa, pero no fue así. Las heridas tardaron demasiado tiempo en cerrarse. Sé que, si hubiese sido por ti, no hubiesen sanado nunca. Tú habrías preferido que siguiese doliendo eternamente. Nunca fui lo que querías. Me acostumbré a echarte de menos. Me hice a la idea de que nunca más sería tu voz la que me susurrase al oído, no volvería a sonreír mirándote. No me reiría más contigo. Nunca más. Cuando dejé de hacerme daño a mi misma por todo ello, recordé que eras tú quien me lo hacía. Recordé lo que era una noche llorando, mendigar por un beso y toda una vida cediendo. Caí en la cuenta de que eras tú quien se daba media vuelta cuando yo estaba mal. Me acostumbré a que no estuvieses conmigo, porque en realidad nunca habías estado. No te debo nada. Me largué sin darte una sola explicación. Lo hice porque comprendí que, si seguía perdonando, tendría que hacerlo toda la vida. No era eso lo que quería para mí. Fue la única decisión puramente egoísta que he tomado en toda mi vida (también la mejor). No te odio. Espero, de todo corazón, que seas feliz. Pero no conmigo, porque nunca te lo has ganado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario