martes, 10 de enero de 2012

Están hechos de eternidad.

Y así termina la historia, con tus sonrisas y el tiempo que dura una ausencia. Todavía oigo tus dedos sobre el piano de mi infancia. Te busqué por todas partes, incluso las más lejanas. Te encontré, y esté donde esté, siempre me duermo con tu mirada. Tu carne era mi carne. Con nuestras mitades habíamos inventado promesas; juntos, éramos nuestros mañanas. Desde ahora, sé que los sueños más locos se escriben con la tinta del corazón. He vivido allí donde los recuerdos se construyen entre dos, al abrigo de las miradas, en el secreto de una sola confidencia donde tú aun reinas. Tú me diste lo que yo no sospechaba: un tiempo donde cada segundo de ti contará en mi vida mucho más que cualquier otro segundo. Yo pertenecía a todos los pueblos pero tú inventaste un mundo. ¿Te acordarás algún día? Te he querido como nunca imaginé que fuese posible. No siento ira ni arrepentimiento. Los momentos que me has dado llevan nombre: maravilla. Todavía lo llevan, y están hechos de tu eternidad. Incluso sin ti, nunca más volveré a estar sola, ya que tú existes en algún lugar.

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