viernes, 3 de octubre de 2014

Hasta hablar sola pierde su gracia porque él la gane.

¿Nunca habéis tenido a alguien con quien os gustase hablar? De lo que sea, da igual. Quieres saberlo todo, hasta la más mínima estupidez es interesante. Repetir las conversaciones mil veces, comentar lo que has comido o lo que va a hacer esa tarde. Y hablar mientras lo hace. Y que te lo cuente después, por la noche, y tengas las mismas ganas de oírlo que la primera vez.
Es una sensación de bienestar, de seguridad, te calma todas las tormentas que tengas dentro. A eso me refiero, a que hablar con esa persona sea el mejor momento de tu día, que tener que estar dos horas sin poder hacerlo te de escalofríos. Literales. Porque le quieres contar todo, hasta las estupideces que sabes que no le importan, solo por hablar con él.
Algún día con suerte encontrareis a esa persona con la que queréis conversar cada hora de todos los días y, con mucha suerte, conseguiréis que ella también os quiera contar hasta que se ha quedado sin sal.
Y creerme que llegado el momento os encantará que os lo cuente.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Que antes estabas entera por ti misma, y ya no.

Hay un momento en el que te das cuenta de lo dependiente que eres. Pese a lo mucho que lo has intentado negar de repente te golpea, como un camión, como un cubo de agua helada, y te deja con la misma sensacion en los pulmones que un puñetazo en la boca del estómago. Te ahoga.
Depender de alguien, digan lo que digan, no es una sensación agradable. Te genera mono. Mal humor y debilidad cuando estas lejos de esa persona. Necesidad de tenerla constantemente y echarla de menos en las situaciones más irrelevantes. Es irremplazable. Es una nueva clase de dependencia, distinta a la de cualquier otro vicio. Como si siempre hubieses estado entera por ti misma y ahora ya no lo estas lejos suyo. Y cuando te das cuenta de todo esto esto, es terrorífico.

miércoles, 18 de junio de 2014

Quizá es que nos gusta el dolor.

Algunas personas tenemos una tendencia innata a buscar el dolor. No el físico, si no el psicológico. El dolor moral. Esa sensación de mareo, la tripa cerrada, el nudo en la garganta y una sobrecarga en tu cabeza que sientes que solo puedes quitarte llorando. Es como un vicio, levantarse las postillas una y otra vez, no dejar jamás que la herida cicatrice, como si tuviésemos miedo de estar bien.
Preferimos releer conversaciones pasadas y pensar en como cambiar cosas incambiables que intentar hacer nuestro día a día lo mejor posible, y nos dedicamos a compararnos con cada persona que aparece en nuestro camino o en el de todas las personas que nos importan hasta convencernos de que ellos eran y son mejores y por lo tanto todos nos acabaran abandonando. Tenemos una increíble capacidad para no creernos las cosas buenas, por mucho que nos las repitan o intenten convencernos, incluso aquellas que en nuestro interior sabemos que pueden ser verdad, porque no estamos acostumbrados a que lo sean. Casi podría decirse que nos gusta sentirnos mal. Aunque en mi opinión más bien es que consideramos que no nos merecemos sentirnos bien.

Me libraria de mis desajustes.

Hay días, sobre todo a partir de cierta hora de la noche y de cierto número de pañuelos gastados, en los que pienso que me gustaría no ser como soy. Me gustaría ser divertida sin ser cruel, ser inocente, y dulce, y tener una sinceridad que no hiciese daño. Me encantaría tener la suficiente seguridad como para poder demostrar mis inseguridades, y la suficiente autoestima para aceptar los cumplidos y no tener que fingir que mi ego roza las nubes.
Si pudiese, elegiría que me gustasen las cursiladas y hablar sobre mis sentimientos, y risa de idiota y otra forma de vestir. No elegiría ser tan rara como soy, tan diferente, tan complicada hasta para mi misma.
No querría ser insoportable.
Si estuviese en mi mano, creerme que preferiría ser un poco más fácil de querer.

martes, 17 de junio de 2014

A nadie le importan tus inseguridades

La clave esta en dar la idea equivocada. Que piensen que no te molestan esas cosas que te rompen por dentro. Ser todo seguridad, todo fuerza, todo hielo; ese es el secreto de la supervivencia. Y que se hagan a la idea de que no pueden derribarte, para que con un poco de suerte no lo intenten. Si todos piensan que eres así, quizá al final acabes siéndolo. Puede que consigas dejar de pensar en todas las cosas en las que no eres lo suficientemente bueno, puede que dejes de compararte con cada persona que se cruza en tu vida, puede que dejes de pensar que todos tienen otra opción mejor y tú eres solo temporal, e incluso puede que llegues a creer a alguien cuando te haga un cumplido.
Y si no; si el que la gente piense algo no lo hace real, al menos lo será para ellos, que es lo importante. En cuanto a ti..bueno, imagino que a estas alturas ya habrás aprendido a almacenar el dolor y a guardarte el miedo para el único al que le importa: tu mismo.

jueves, 12 de junio de 2014

Algunos simplemente no sabemos ser felices.

Se dice que todos nacemos para ser felices, para que nos quieran, para importar a la gente. Dicen que es el cariño de otros lo que nos hace personas. Si esto es verdad, algunos quizá no seamos verdaderos humanos.
Algunos, simplemente, no estamos diseñados para dejar que otros entren en nuestra vida. Será una cuestión de genoma o, más bien, que nunca nos enseñaron a ser felices. Toda la vida nos hicieron creer que jamás seríamos lo suficiente para que nadie se preocupara por nosotros, lo suficiente para que nos quisieran, lo suficiente para que alguien fuera a hacer el más mínimo esfuerzo por estar con nosotros. Es un aprendizaje que dura muchos años y, por lo tanto, son necesarias muchos años para cambiar esta percepción.
Porque siempre ha sido así. Nosotros solos contra el mundo, o más bien el mundo contra nosotros. Levantarnos solos, salvarnos solos, animarnos solos y intentar llegar al estado de pseudofelicidad que alcanzamos en nuestros mejores momentos..solos.
Una vez que te has acostumbrado a esto, que has aprendido a sobrevivir por tu cuenta, es difícil introducir a alguien nuevo en tu esquema vital. Quizá por la desconfianza que nos han metido en la cabeza tantas novedades destructivas, quizá por la falta de costumbre o quizá por el miedo a lo que pueda pasar si se caen tus defensas, a no saber si podrás volver a vivir en tu anterior estado de intentar ser minimamente humano una vez hayas sido feliz.

miércoles, 28 de mayo de 2014

La vida es una sucesión de riesgos.

No podemos estar seguros de la mayoría de cosas, y supongo que de eso va la vida, de correr riesgos. Si solo haces aquello de lo que estas totalmente seguro, te perderás innumerables experiencias. Pero aún así..¿que necesidad hay de enfrentarse a problemas innecesarios? Tenemos que aprender a diferenciar el valor de la estupidez, y a distinguir que cosas merecen la pena el esfuerzo y cuales están destinadas al fracaso; y esto no es fácil. Elegimos mal, equivocamos las ideas, nos engañan y nos autoengañamos por comodidad o por miedo. Fingimos estar seguros de cosas que sabemos que son mentira y ocultamos las únicas verdades que conocemos, pero tú sabes lo que es cierto y eso es lo que duele al final, el no poder eliminar tus emociones.
Y es ese dolor el que te tiene que servir para decidir que riesgos tomar y cuales no.
Esos que te den más miedo, los que quisieras guardar en el fondo de un baúl y que nadie viese nunca, los que te revuelvan el estomago y la cabeza al pensarlos..esos son los que merecen la pena.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Nos acostumbramos a las malas costumbres.

Estamos acostumbrados a estar solos, a quejarnos, a pensar que cualquiera es mejor que nosotros. Acostumbrados a sacarnos las castañas del fuego sin ayuda, a no importar a nadie, a que mostrar tus debilidades solo hará que te hagan daño así que mejor guardatelas para ti. Y tenemos el caparazón tan bien pegado, tan duro; el muro tan alto y resbaladizo para asegurarnos de que nadie lo sobrepase, y las costumbres tan dentro de nosotros que es difícil dejarlas a un lado. Y no creer cuando alguien te dice que quiere ayudar, es malo. Y no creer cuando alguien te dice que estas guapa, es malo. Y no creer cuando tu misma te estas diciendo que se puede ser feliz, es peor.
Porque tenemos que aprender a dejarnos querer. A permitir que nos echen una mano cuando estamos agobiados y que nos den un abrazo cuando hace falta. Hay que aprender a contar con los demás y con nosotros mismos; que a veces si somos lo suficientemente buenos. Tenemos que creernos y querernos, y aceptar que a veces hace falta alguien que te enseñe como hacerlo. Porque ni tú, ni yo, ni nadie, somos tan duros como nos gustaría.

jueves, 8 de mayo de 2014

Las palabras no valen nada

Hablamos del amor como si supiésemos lo que es, y como si fuera lo mismo para todos. Hablamos demasiado y hacemos demasiado poco, y no es así como deberían ser las cosas, al menos para mi.
No tienen sentido las palabras bonitas, las dedicatorias o componerla un soneto si cuando te dice que esta mal no vas a verla. Deja de decirla que recorrerías cielo y tierra por su risa, que sus ojos son los luceros que iluminan tu oscuro camino hacia lo desconocido o que tu vida no tendría sentido sin ella. Mejor aprende a saber cuando abrazarla, descubre que canción es la que la pone de buen humor, si se muerde el labio o las uñas cuando está nerviosa o si la crece el mal carácter los domingos.
Estate ahí para ella.
Conócela, deja que te conozca.
Quiérela, aún cuando piense que nadie podría quererla.
Haz que se vea como tú la ves, y te la habrás ganado para siempre.
Imagino que habrá gustos para todo, pero en mi opinión las palabras sobran; no hay ninguna necesidad de decir un montón de cursiladas que no piensas, ni aunque las pienses. Levántate y demuestra todo lo que dices sentir o pensar, que los hechos valen mas que las palabras y lo sabe todo el mundo.

domingo, 23 de marzo de 2014

Es por el miedo a lo desconocido.

Es el miedo lo que nos paraliza. El miedo a morir, al dolor, a que nos abandonen, al sufrimiento, a la vergüenza. Tenemos miedo a muchas cosas, pero nada es comparable con el miedo a lo desconocido. ¿Por qué la gente teme más el primer tatuaje que el segundo? El dolor es el mismo, pero la primera vez no sabes como será. ¿Miedo a la muerte? Más bien miedo a lo que viene después.
Este miedo a lo desconocido nos ha hecho inventarnos cientos de teorías: Dios, la reencarnación, el Paraiso..hasta el que nos quedamos descomponiéndonos bajo tierra es una idea de la que intentamos convencernos para no tener que pensar en que hay después, porque no hay forma de saberlo.
A veces, intentamos evitarlo. Preguntamos sobre lo que se siente al hacer esto o aquello, intentamos no coger cariño muy rápido a la gente, y nos inventamos mil vidas aparte de la de verdad, la cual intentamos alargar hasta el infinito a base de operaciones y medicinas solo para no tener que enfrentarnos al vacío.

Pero al final, da igual quien hayas sido. Da igual si has vivido veinte o ciento diez años, o si has hecho más de mil películas y serás recordado por décadas. Tarde o temprano, tu nombre se olvida, desapareces, y tienes que enfrentarte a lo que siempre has temido. Y no hay nadie a quien puedas preguntar sobre como es la vida después de que el corazón se pare.

jueves, 20 de marzo de 2014

Seguridad.

Esa lona que se ponen debajo los trapecistas. El casco cuando vas en moto. El cinturón en un descapotable. Esas son seguridades molestas. ¿Qué hay de la adrenalina, de sentir el viento enredándote el pelo y de ponerte de pie y gritar? Todos queremos libertad, queremos desafiar a la muerte en mayor o menor medida, queremos emociones.
Pero yo no me refiero a esa seguridad. Hablo de los abrazos de tu madre. De las risas con tu amiga de toda la vida. De cuando tu hermano te deja las últimas galletas de la caja. Es esa sensación de que les importas, los pequeños detalles, la tranquilidad que nos da saber que van a estar ahí. Eso es lo que buscamos, lo que nos hace falta. La seguridad de que toda va a ir bien porque están con nosotros. ¿Cómo puedes tomar riesgos sino?¿Cómo lanzarte a una piscina sin mirar cuando la persona que te ha dicho que esta llena no te provoca esto?
Si, la adrenalina, la diversión, todo eso esta muy bien, es necesario. La vida no sería vida si nunca se nos acelerara el pulso. Pero la verdadera esencia está en la seguridad dentro del miedo, en quien sea capaz de aumentar tus latidos cuando te dice que no te va a dejar sola.

jueves, 27 de febrero de 2014

Hay heridas que cicatrizan mal.

Hay golpes de los que no te recuperas. Hay gente que se va antes de que hayas aprendido como vivir sin ellos. Quizá es porque no sabemos tratar las emociones como deberíamos o quizá es que tenemos demasiado cariño a los malos sentimientos.
No es que no podamos levantarnos, continuar con nuestras vidas sin ellos; no es eso. Por supuesto que, después de que duela un tiempo, seguimos respirando, un pie detrás del otro y adelante. Hasta nos llegamos a creer que los hemos olvidado o remplazado, porque somos unos ilusos y estamos programados para creer en cosas que nos son ciertas, porque así todo es más fácil. Si tuviéramos que vivir lamentándonos por cada pérdida, no viviríamos.

Sin embargo, como todo lo que se edifica sobre mentiras, lo que consideramos nuestra realidad se cae tarde o temprano. Puede ser un hecho, un momento, una foto o una palabra que te recuerde lo que perdiste. Puede ser solo que lleves demasiado tiempo mirando un punto fijo en la pared y de repente rompas a llorar. Necesitamos a determinada gente, y a otros necesitamos necesitarles. El ser humano es egoísta, no estamos hechos para dejar a la gente marchar, especialmente después de pasar tiempo con ellos. Es un robo. Se van y se llevan parte de nuestros recuerdos, de nuestros momentos; parte de nosotros. Lo hacen sin preguntar, dejándonos solo con el consuelo de también haber robado algo, y con la esperanza de que algún día un hecho, un momento, una foto o una palabra hagan que se acuerden de todo y vuelvan, o al menos que sientan nuestro mismo dolor.


No podemos fingir reconstruir nuestra vida cuando le faltan piezas.